¿Castigas a tu hijo o aplicas consecuencias?

Habrás observado que tu hijo, según va creciendo, va cuestionando cada vez más las normas y los límites que intentas marcar, y que tienen que ver con hasta dónde se puede llegar, según la situación o asunto.

Quizás notas que estáis en un tira y afloja que suele acabar en broncas, gritos e incluso lágrimas. Y esto resulta a veces tan agotador y desagradable, que en ocasiones acabas cediendo con el consiguiente malestar posterior porque sientes que no eres firme ni coherente. Desde mi punto de vista, no se trata de imponer nuestra autoridad de forma rígida e inflexible, sino de que nuestros hijos vayan entendiendo el significado de la palabra responsabilidad.

La palabra respons-abilidad se refiere a nuestra habilidad para responder ante la vida. Ser responsable es elegir, en cada momento, qué es lo que quiero hacer ante una situación determinada, darme cuenta de las consecuencias de esa decisión, aceptarlas, y aprender del resultado obtenido de cara al futuro. Cuando los adolescentes experimentan las consecuencias de sus elecciones, ganan en seguridad en sí mismos y desarrollan su autonomía.

Existen muchas maneras de poner límites, pero la más poderosa es aprender a decir “No”, aunque cuando la pronunciemos nos convirtamos en seres malvados a los ojos de nuestros hijos adolescentes. Saber decir “No” -de forma adecuada y oportuna- es importante para que se respeten nuestras necesidades. Y no sólo con los hijos, sino también con las demás personas con las que nos relacionamos.

En ocasiones, el conflicto no reside tanto en los límites que ponemos, sino en la manera en que los ponemos. Muchas veces, utilizamos los gritos y levantamos el dedo para zanjar el tema, sin opción a que se abra un posible debate. Y así, más que límites, vamos levantando fronteras inamovibles.

¿Cuáles son los límites que no quieres que tu hijo sobrepase?

Más allá del “No” rotundo y del “porque lo digo yo”, es importante dedicar tiempo para decidir cuáles son los límites que no queremos que nuestro hijo sobrepase.

Conviene tener claro para qué estamos poniendo esa norma o límite, y saber qué razón de peso se esconde detrás de ello. Así, podremos explicarles el porqué de esa decisión. Muchas veces, ni siquiera lo sabemos.

A mí me ha pasado con mis hijos que me he sorprendido poniéndoles límites que mis padres me habían impuesto a mí, sin pararme a analizar el para qué lo estaba haciendo. ¡Me salían de forma automática!

Dediquemos un tiempo para decidir nuestras normas o límites, y para saber qué estamos queriendo enseñarles a través de ellos.

¿Y qué pasa cuando nuestro hijo se salta las normas establecidas?

Lo más socorrido es utilizar los castigos, aunque no funcionen. Algunos padres quieren controlar a sus hijos y pretenden cambiar su comportamiento a través de los castigos. Si tu hijo conoce cuál será el castigo, estará evitándolo. Para ello será capaz de muchas cosas con tal de que no le castigues: engañarte, tratar de que no le pilles, culpar a otros… pero no aprenderá a hacerse responsable de sus actos. ¡Ojo! que hay adultos que con tal de no responsabilizarse de sus actos -y para evitar los “castigos sociales”- también utilizan este tipo de tácticas con los compañeros de trabajo, el jefe, la pareja, los hijos, los amigos…

Aplicando CONSECUENCIAS generarás RESPONSABILIDAD.

Para ir creando responsabilidad en nuestro hijo, aplicar consecuencias suele ser más efectivo que los castigos. Mejor que poner castigos sin ton ni son, que muchas veces no guardan ninguna relación con el hecho en sí, y que van generando rencor -en ambas partes-, pregunta a tu hijo por las consecuencias que él considera que se han de aplicar. Hablad de las consecuencias que se van a derivar en cada situación. Déjale que se implique y que entienda que es responsable de sus actos. Hazle partícipe del proceso. ¡Te sorprenderás positivamente ante sus propuestas!

Te sugiero que una vez tengas claros los límites que quieres marcar, escribas junto a tu hijo una especie de «contrato», en el que puedan quedar reflejados los límites y la consecuencia que se aplicará cuando sea quebrantado. Así, tu hijo conocerá las “reglas del juego”, y a ti te proporcionará cierta tranquilidad. Eso será mejor que ir improvisando sobre la marcha y dependiendo de tu estado anímico de cada día.

Cuando tu hijo contribuya a buscar la consecuencia que se aplicará, es más fácil que se comprometa y cumpla, pues no sentirá que es injusto ni que se trata de una imposición tuya. De esta manera, lo estarás encaminando a responsabilizarse “de forma voluntaria”

Las consecuencias que se apliquen han de ser respetuosas, razonables y estar relacionadas con el comportamiento del adolescente.

Si tu hijo -como consecuencia de su ira descontrolada- ha lanzado un objeto por los aires y lo ha roto, mejor que castigarle sin el móvil, o sin salir de su habitación, o sin salir el fin de semana -que nada tienen que ver con su acción y que puede parecerle injusto-, puedes preguntarle, ¿cómo piensas reparar el objeto roto?. Claro que, antes de poder ser capaz de hacerle la pregunta, habrás de gestionar tu enfado por lo que ha ocurrido… Puedes decirle que espere, ir a tu habitación durante un rato, y volver al lugar del “crimen” una vez hayas conseguido calmarte. Para ello, es importante que no te tomes lo que ha hecho como algo personal, que consigas deshacerte de la carga emocional, que no utilices gritos ni amenazas, y sobre todo que controles tus deseos de venganza. Sé que suena difícil, pero con entrenamiento se puede llegar a conseguir.

Cuando aplicamos consecuencias estamos educando. Cuando aplicamos castigos, no. Con las consecuencias, nuestro objetivo es ayudar a nuestros hijos a que se vayan responsabilizando de sus actos, y no vengarnos ni mostrar nuestro poder, como ocurre muchas veces con los castigos. Lo que buscamos es que se dé cuenta del impacto de sus actos y que aprenda de ello para el futuro, modificando su comportamiento.

Tu hijo no está “agrediéndote” a propósito, sino que fruto de su inmadurez está en su propio mundo intentando satisfacer sus necesidades, aunque muchas veces de manera equivocada. Pero para eso estás tú ahí -que eres el adulto-, ¡para guiarlo y educarlo en la responsabilidad!.

 

EN CLAVE DE COACHING:

¿Tienes claro cuáles son los límites que tu hijo no debe saltarse o vas improvisando sobre la marcha?

¿Cuáles son esos límites?

¿Qué crees que aprende tu hijo con los castigos?

¿Cómo crees que se siente tu hijo cuando le castigas?

¿Cómo te sientes cuando pones un castigo? ¿Poderosa, culpable…?

¿Pones castigos que no llegas a cumplir?

¿Qué mensaje le das a tu hijo al poner un castigo que no cumples?

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