SOBRE MÍ.
Cuando yo cambié, todo cambió.
Por si quieres saber más sobre mí
Hola, mi nombre es Yolanda. Soy Coach Personal Certificada y especializada en Relaciones Familiares. Y estoy formada en Programación Neurolingüística (PNL), Inteligencia Emocional, Comunicación No Violenta y Técnicas de Liberación Emocional (EFT).
También soy madre de tres hijos, y he intentado acompañarlos durante sus adolescencias lo mejor que he sabido, aunque los resultados en nuestras relaciones no hayan sido los que yo esperaba y deseaba…
Acompaño a las madres -y padres- para que descubran cómo pueden mejorar la relación consigo mismos y con sus hijos adolescentes.
Colaboro con La Akademia de Borja Vilaseca, proyecto educativo que promueve la educación emocional gratuita para jóvenes de 18 a 23 años. Si yo hubiera tenido la oportunidad -cuando tenía esa edad- de poder asistir a la Akademia, habría podido conocerme y habría sabido gestionar mejor mis emociones… y ¡mi vida!.
Me apasiona mi trabajo, y me siento muy afortunada de poder contribuir, con mi granito de arena, a construir un mundo mejor ayudando a mejorar las relaciones familiares.
¿Cómo he llegado hasta aquí?
Podría empezar hablando de cómo hice lo que se esperaba de mí y me licencié en Farmacia sin vocación alguna y en un intento de agradar a mis padres. Pero esa es la historia de muchos.
Podría contar cómo me he estado «entreteniendo» durante muchos años hasta que me di de bruces con lo que ha resultado ser MI PASIÓN: el Coaching y el Desarrollo Personal.
O también podría empezar a hablar de todo lo que he aprendido de mis tres maravillosos hijos, ¡mientras pensaba que era yo quien les estaba enseñando! Eso también iría para largo…
La verdad es que, aquí y ahora, de lo que realmente quiero hablar es de mi experiencia personal y familiar con el coaching y de cómo el coaching ¿ha transformado?…bueno, más bien, de cómo HE transformado mi vida (estos pequeños matices gramaticales lleva un tiempo reprogramarlos). Y de cómo ha afectado, inevitablemente, a la vida de mis hijos y a nuestra relación.
Lo mejor que me pudo pasar fue sufrir una profunda crisis personal y familiar
Dicen que la palabra crisis -o problema- es sinónimo de oportunidad (en chino, comparten el mismo signo). Para mí, ha resultado ser cierto. Sólo cuando nos vemos con la espalda contra la pared, tenemos la impagable oportunidad de abrir los ojos y BUSCAR nuevas posibilidades.
Una profunda crisis familiar en 2010 fue el primer empujón (o más bien una brusca patada en el trasero). En su momento, la cosa estaba muy fea y pintaba peor. Así que, en medio de esa gran crisis, y en un intento de buscar algo de equilibrio y paz, me empecé a interesar (no sé bien cómo llegó hasta mí) por el Coaching, el Desarrollo Personal, la Programación Neurolingüística, la Inteligencia Emocional…
Así, comencé a estudiar acerca de estos temas a la vez que experimentaba en mis propias carnes lo que era un proceso de Coaching, con mayúsculas. Aquí estaba a punto de tocar fondo, no sólo yo sino toda la familia. Y a partir de ahí, mi vida dio un giro. Bueno, más bien fui yo la que comenzó a girarse… Mis circunstancias no cambiaron, pero yo ya no era la misma. Comencé a actuar de manera diferente ante todo lo que estaba pasando durante la separación, ante el caos emocional que estábamos atravesando toda la familia. Para mí, el proceso de coaching que experimenté fue el mejor y mayor regalo que me pude hacer a mí y, como consecuencia, a mis hijos.
Y después de ver todos los cambios que se produjeron en mí y en mi familia, decidí que quería formarme y certificarme como coach para dedicarme profesionalmente al coaching y así poder apoyar y acompañar a otros padres a mejorar la relación consigo mismos y, como consecuencia, con sus hijos. Y con ello contribuir a crear un mundo mejor.
Tardé un tiempo en darme cuenta de que lo único que estaba en mis manos era elegir mi actitud ante las circunstancias que estábamos atravesando. Y, a partir de ahí, actuar de manera diferente.
¿Para qué me sirvió mi proceso de coaching?
Mi proceso de coaching me sirvió, principalmente, para conocerme mejor y para entender cómo había vivido la vida hasta ese momento y por qué había obtenido esos resultados.
Me sirvió para descubrir que muchas de las creencias que tenía sobre mí y sobre el mundo eran, sólo eso, creencias o ideas que a base de repetírmelas había llegado a creérmelas, pero que realmente me estaban limitando. Y, para colmo, la mayoría de ellas ¡ni siquiera eran mías! Y decidí que era el momento de «re-programarme», de replantearme mi vida y, por qué no, de re-inventarme.
Y como madre, me sirvió para darme cuenta de cómo había vivido la maternidad hasta entonces, de los errores que inconscientemente había cometido y de cómo estaban afectando a mis hijos. La verdad es que descubrir que no lo has hecho tan bien como tú creías resulta muy doloroso. Duele tanto, que procuras buscar justificaciones en un intento de aligerar el sentimiento de culpa que aparece en escena. Pero, al tomar consciencia de todo ello, la mejor opción es aceptarlo y hacerte responsable de la parte que te toque. Y, a partir de ahí, mirar hacia delante, decidir hacer las cosas de manera diferente y elegir el papel que quieres tener en la vida de tus hijos. Y eso es lo que hice.
Si yo he podido transformar la relación con mis hijos -y conmigo misma-, ¡tú también puedes conseguirlo!
Y a nivel personal, ¿qué he conseguido?
Conocerme y aceptarme tal y como soy, con mis virtudes y defectos, mejorando aquellos aspectos que me estaban limitando.
Dejar de buscar en los demás el reconocimiento que no era capaz de darme yo misma y empezar a quererme, respetarme y valorarme.
Darme permiso para equivocarme -sin castigarme por ello- y tomar cada «error» como un resultado distinto al esperado y como un aprendizaje.
Tener confianza y seguridad en mí misma y darme cuenta de que los miedos -que siempre me han acompañado y limitado- sólo son fruto de mi mente y de mis creencias.
Hacerme responsable de mi vida, sin culpar a los demás de mis problemas.
Aceptar todo aquello que no está en mis manos poder cambiar, y elegir mi actitud ante esas circunstancias que no elijo pero que me toca vivir.
Agradecer por todo lo que la vida me da, en lugar de quejarme por lo que me falta.
En cuanto a los cambios producidos en mi familia....
Cuando yo comencé a comportarme de forma diferente, provoqué un cambio en mi sistema familiar. Y no sólo en mis hijos, sino también en mi ex pareja y su entorno. Las cosas, las dinámicas, las relaciones, se fueron transformando. No de la noche a la mañana, pero sí como por arte de ¿magia?
Porque al recolocarte tú, inevitablemente, das permiso a los demás para hacerlo también.