¿Tus hijos y tu pareja te dicen que siempre estás de mal humor?
¿Te sientes cansada de todo y de todos?
¿Tienes dificultades para dormir? ¿Sueles tomar algo para conciliar el sueño?
¿Dedicas mucho tiempo a trabajar?
¿Te irritas por cosas pequeñas?
¿Te duele la espalda, el cuello o tienes dolores musculares que sueles ignorar o parchear con medicamentos?
¿Te cuesta poner atención o escuchar a los demás?
¿No tienes tiempo para dedicarte a ti?
¿Te quejas de que tienes demasiado que hacer?
Durante la adolescencia, tu hijo ha de enfrentarse a muchos cambios físicos, emocionales y psicológicos. Está entrando poco a poco en un nuevo mundo que desconoce. Vive subido en una montaña rusa emocional que no controla, a veces está arriba y otras abajo. Se siente inseguro y presionado. Tiene miedo de no saber responder a lo que se espera de él. Lo que esperan de él sus padres, sus compañeros, sus profesores…Tiene miedo a sentirse rechazado. Tiene una gran necesidad de pertenencia… Está buscando su lugar en el mundo y eso le genera miedos y dudas.
Por todo ello, ¡tu hijo se siente estresado! Se siente tan inestable e inseguro que necesita saber que, cuando las cosas se pongan feas, podrá apoyarse en algún adulto, en sus padres. Necesita un puerto seguro al que poder acudir cuando estalle la tormenta o pierda el rumbo.
Pero, ¿qué pasa si tú también estás estresada? ¿Cómo vas a poder escucharle, atenderle y comprenderle, si no puedes sostenerte a ti misma; si te sientes incapaz de atender a tus propias necesidades, ya sean emocionales o físicas? Y muchas veces, no es que no quieras atenderle; es que no puedes hacerlo al verte imposibilitada tanto física como emocionalmente.
Si eres una madre que normalmente llega a casa cansada y malhumorada, y que cuando cruza la puerta sabe que su jornada laboral continúa… te sugiero que te pongas, por un momento, en el lugar de tu hijo. ¿Qué crees que le parecerá convivir con una madre que siempre está estresada, agotada y malhumorada? ¿Cuántas veces crees que tu hijo se habrá acercado a ti con la intención de compartir algo contigo, y se habrá dado la vuelta sin hacerlo? Una persona cansada no puede sentir entusiasmo, pasión o alegría por la vida. Ni podrá transmitirlo. Te invito a que pongas atención en la imagen que le estás dando a tu hijo, y en lo que estás irradiando.Te sugiero que observes la respuesta que sueles dar cuando tu hijo te pregunta “¿qué tal estás?”
Nos han enseñado, sobre todo a las mujeres, que cuidarnos y pensar en nuestro bienestar es un acto egoísta, y que debemos centrarnos en los cuidados de los demás. Pero, cómo podremos cuidar a los demás si no atendemos primero a nuestras propias necesidades, ya sean físicas, mentales o emocionales.
Dedica un tiempo a ESCUCHARTE. A escuchar tu cuerpo, tus necesidades, tus sentimientos… Baja tu nivel de exigencia -y perfeccionismo- si es que ello te está pasando factura. Aparca la idea de “como yo hago las cosas nadie sabe hacerlas”, y aprende a DELEGAR. Pide ayuda cuando la necesites. ¡No pasa nada! No eres una super woman, ni tienes que demostrar que lo eres a nadie. Cuando seas capaz de escucharte, atenderte y cuidarte, entonces, podrás cuidar de tu hijo. ESTARÁS para él.
Si tú NO ESTÁS para tu hijo -aunque lo estés físicamente-, si no eres capaz de acompañarle emocionalmente, ¿en quién -o en qué- crees que se apoyará? ¿En sus compañeros, que están tan perdidos como él? ¿Utilizará vías de escape tales como el alcohol, las drogas, la promiscuidad, la violencia…? Las adicciones sólo son intentos de cubrir nuestras necesidades insatisfechas. Son paliativos que nos alimentan, momentáneamente, para volver a dejarnos desamparados.
Durante mi separación, yo estaba tan estresada y desbordada por la situación, y me sentía tan incapaz de sostenerme a mí misma emocionalmente, que tampoco era capaz de atender las necesidades emocionales de mis hijos. Principalmente las de mi segundo hijo que en aquel momento estaba atravesando su adolescencia. Para él, ese fue un momento especialmente difícil. Yo no me sentía capaz de hablar de todo lo que estábamos viviendo y de permitirle expresar sus sentimientos. Con el paso del tiempo me contó que prefería estar en casa de cualquier amigo antes que en su propia casa. Y, por supuesto, de centrarse en los estudios….¡nada!.
Tu hijo te necesita aunque no te lo diga. Proporciónale un espacio de serenidad, estabilidad y amor. Te lo agradecerá.
EN CLAVE DE COACHING:
¿Qué es lo que te estresa en este momento de tu vida?
¿Qué necesitarías para sentirte bien contigo misma?
¿Cómo puedes pedir ayuda, y a quién?
¿Qué te impide dedicarte la atención que te mereces y atender a tus necesidades?
¿Qué pequeño paso podrías dar para empezar a cuidarte?